jueves, 14 de julio de 2011

PURITANOS Y LIBERALES


El siglo XIX no conoció la distinción entre izquierdas y derechas, pero se vio desgarrado por la diferencia no menos cainita entre moderados y exaltados. Esta última es una discriminación que tiene muy poco que ver con las ideas profesadas, se refiere a su radicalización y a las diversas estrategias para hacerlas valer en la práctica. Esto fue así porque desde Waterloo hasta la Gran Guerra, ninguna teoría política arraigó con tanta fuerza como el liberalismo. Todos los europeos con formación política coincidían en las nociones básicas de ciudadanía, tolerancia religiosa, sufragio, parlamentarismo, etc. Pero diferían en su alcance y oportunidad. El Estado español contemporáneo se creó sobre las ideas de libertad política y de igualdad civil.
Sin embargo el liberalismo estaba muy lejos de ser una teoría política homogénea. En la España del siglo XIX coexistieron y combatieron entre sí dos tradiciones muy diferentes: la "vieja política" estaba representada por la primera generación de liberales españoles: los doceañistas, que provenían de una tradición especulativa y racionalista, tendente a la construcción de utopías. Habían formulado sus teorías traduciendo sistemas filosóficos y, en oposición al absolutismo, no se habían enfrentado a la realidad práctica del poder. Cuando lo hicieron durante el Trienio, lograron que en poco tiempo el pueblo español les diera la espalda por su radicalismo dogmático. Su modelo era la "Gran Revolución Francesa" de 1789 y su dogma político, la "soberanía popular". La "nueva política" estaba representada por los ideales de una generación surgida a mediados de los años treinta, cuando la muerte de Fernando VII abrió definitivamente el paso de un régimen absolutista a un régimen constitucional. Era la generación romántica, que no había conocido el exilio ni la persecución, y que por lo tanto tenía menos agravios y resentimientos acumulados. Frente al liberalismo demoledor de los doceañistas, ellos fueron los encargados de construir un liberalismo conservador. Un liberalismo de base empirista y pragmática, no especulativo ni sistemático, basado en la interpretación de la tradición y de las instituciones que habían crecido históricamente. Eran luchadores de doble frente, su objetivo era evitar que el nuevo gobierno representativo que nacía en medio de una guerra civil contra el absolutismo, derivara en anarquía o en tiranía, eran hombres del "justo medio".

LIBERALISMO CONSERVADOR




Esta novedosa visión centrista fue la que triunfó políticamente en la fórmula doctrinaria de la "monarquía constitucional", síntesis de los derechos tradicionales (el Trono) y de las nuevas libertades civiles (el Parlamento). Los ideales de esta nueva generación venían de la Monarquía de Julio, el régimen de Luis Felipe (el rey burgués) en Francia, cuya consigna, era bien clara: "La libertad no consiste sino en el imperio de las leyes". Sobresalientes pensadores y estadistas, tales como Benjamin Constant, Royer-Collard, Guizot y el grupo de los doctrinarios estaban desarrollando la teoría de las "garantías" para proteger los derechos del individuo frente a las intromisiones del Estado, estaban desarrollando el liberalismo postrevolucionario.
Los orígenes históricos del liberalismo conservador español moderno pueden situarse en torno a la crisis de mayo de 1836. En aquel momento en las Cortes se debatía la ley electoral. El primer ministro Mendizábal se inclinaba hacia un sufragio muy restringido mientras que los moderados se mostraban mucho más democráticos. Si nos atenemos a la etiqueta progresista con que Mendizábal ha pasado a la Historia, hemos de renunciar al cliché según el cual el progresismo fue un movimiento de raíz popular y democrática. Mendizábal representaba, los intereses de una plutocracia andaluza librecambista y su desamortización burlaba las expectativas de buena parte de la población. Es lógico que quisiera restringir al máximo el cuerpo electoral.
El moderantismo, por su parte, había quedado partido en dos: un grupo capitaneado por Istúriz apoyaba el criterio con que Mendizábal llevó a cabo la transferencia de los bienes, pero criticaba el alcance de sus reformas políticas y estaba dispuesto a revisar el Estatuto Real de 1834 en un sentido mucho más amplio y liberal. Esta tendencia de un moderantismo democrático fue el punto de partida de los primeros centristas. Un segundo grupo, escindido del primero por el problema de conciencia implícito en la aceptación de la desamortización, se declaró abierto al "carlismo posibilista" y dio origen al tradicionalismo y al neocatolicismo. Su única consigna era "el orden y el fortalecimiento del poder real". Se inspiraba en autores como De Maistre y Lamennais, que insistían en poner límites al individualismo en nombre de la autoridad de la Iglesia y del Estado.
En definitiva, unos aceptaban el reto de la revolución y estaban dispuestos a gestionarla defendiéndola de la anarquía y de la reacción, mientras otros no terminaban de aceptarla y estaban dispuestos a liquidarla si era necesario. El nuevo liberalismo postrevolucionario que vino de la mano de la generación romántica, se agrupó entorno a Istúriz con un doble propósito: enseñar a la Revolución a institucionalizarse y tratar de enseñar también al Poder a ponerse límites y reglas. O dicho en las magníficas palabras románticas de uno de sus más significados representantes, Nicomedes Pastor Díaz: "...de las arenas ensangrentadas de la revolución había que pasar a los pacíficos campos de las instituciones. Lograr que la sociedad no haga la guerra al poder y que el poder no absorba y perturbe a la sociedad es una quimera para los poderes que no reconocen límites ni reglas, para los partidarios alucinados por la calentura revolucionaria o reaccionaria, para todos aquellos que permanecen tercamente agarrados a sus propias concepciones sin comprender que todos los sistemas son falsos e insuficientes. Poder y sociedad sólo pueden vivir en el respeto a las instituciones y observancia de las leyes".

LOS PURITANOS





La formulación y la difusión de esta estrategia de "unión liberal" fue la gran aportación de los puritanos, que habían contribuido decisivamente a la liquidación la dictadura ayacucha en 1843 y que habían protestado enérgicamente en 1845 contra la reforma moderada de la Constitución. Su coherencia estaba más que probada y su prestigio moral e intelectual ante la opinión era formidable. Todas las estrategias creadas por las distintas familias del moderantismo isabelino fueron fracasando una tras otra: los intentos patrocinados por Jaime Balmes y los "vilumistas" (por el marqués de Viluma) de unirse a los carlistas, los intentos dictatoriales de Narváez justificados por Donoso Cortés, los intentos anticonstitucionales de Bravo Murillo... Todas estas tendencias políticas desaparecieron sin dejar rastro en la política española. Únicamente la estrategia de "unión liberal" creada por los puritanos, demostró ser una fuerza decisiva en la historia española. Esta fue la estrategia que finalmente triunfó con la Restauración canovista, cuando los liberales españoles encontraron la vía de la alternancia pacífica y cerraron el ciclo exclusivista iniciado en 1834.
El apelativo de "puritanos" que recibieron estos primeros políticos centristas españoles, significaba bien lo que querían: pureza en la Administración, respeto a las leyes establecidas, orden y el comienzo de una política liberal que dulcificara los rigores de las pasadas violencias, y que, sin apartarse de las doctrinas conservadoras llevase adelante la obra de progreso que representaba el trono de Isabel II. "Prejuicios de puritanos", habían exclamado sus enemigos políticos moderados ante el carácter no conformista de su crítica y sus protestas contra el camino intransigente y antiliberal que mantenía el moderantismo bajo la dirección de Narváez. Su lema político era la "estricta legalidad, el respeto a las leyes". La disidencia puritana tenía mucho de mentalidad jurídica, de purismo jurídico. "Las leyes son santas", había exclamado Pastor Díaz en el Congreso. Los puritanos defendían la integridad de la perspectiva legal ("gobernar con las leyes") y el derecho como garantía de racionalidad frente al controvertido campo de las luchas políticas basadas en la fuerza. Para Díez del Corral y Tomás y Valiente, su obra significó el arribo del punto de vista jurisprudencial a la cultura política.
Se trataba de "conservadores"; ellos mismos proponen el término de "liberal-conservadores" frente al ya gastado de "moderados". Este concepto político hay que entenderlo correctamente: se trata de una doctrina política -nueva en aquellos momentos- que se proponía la gestión de una sociedad postrevolucionaria. No se trataba de ninguna propensión al inmovilismo político, al mero mantenimiento del "orden" o una negación explícita de la revolución. Al contrario, su proyecto político implicaba la realización plena de la revolución, su resolución en instituciones pacíficas, la creación de un orden regular y duradero que pusiera fin a los dilemas exclusivistas que desgarraban la sociedad.

El modelo de conservador diseñado por los puritanos no se opone al revolucionario, pero sí al radical, al exaltado, al extremista. Comprendieron que la vida política es justamente lograr el consentimiento y superar la conflictividad, teniendo como espacio común de convivencia el sometimiento a las leyes. La denominación de puritanos tenía además otra resonancia moral que surgió en el teatro romántico. Y es que en 1836 se había estrenado con gran éxito la ópera I Puritani, de Bellini, en el Teatro de la Cruz. A los liberales les encantaba la arrogancia y la pose de honorabilidad incorruptible. Los puritanos hacían de la honradez y la virtud el valor superior de la política, algo más valioso que la ciencia o la inteligencia.


Principales autores 

Benjamin Constant de Rebecque

Se formó con profesores particulares y más tarde se incorporó a distintos centros y universidades pues se trasladó con frecuencia con su familia por Europa. Así asistió a la Universidad de Erlangen, en Baviera, y a la de Edimburgo en el Reino Unido.
Unido sentimentalmente a Madame de Staël, su colaboración intelectual les convirtió en un equipo de trabajo único. A principios del siglo XIX y hasta 1830 fue un político activo, miembro de la Asamblea Nacional situado en el ala liberal y crítica. Su modelo político trataba de imitar el inglés al que admiraba por diversos factores, tanto en el político como en el económico. Se mostró contrario a las teorías que admiraban las antiguas sociedades libres como las de la Grecia Antigua, incluso en una Francia que había conocido el Consulado, al considerar que estaban basadas en la esclavitud de la mayoría para beneficio de unos pocos, además de ser inaplicables a estados modernos mucho más grandes que la polis donde era imposible concentrar al pueblo en un foro para el debate público abierto y directo.
Su teoría de la libertad se basaba en la posesión y disfrute de los derechos civiles, del imperio de la ley y de la libertad en un sentido amplio, confrontada en este sentido a la actividad del Estado. Abogaba por una serie de principios (entre ellos la responsabilidad individual) sin los cuales la sociedad sería un caos y la libertad, inconcebible.


Royer-Collard

Pierre-Paul Royer-Collard fue un político y filósofo francés, cuya profesión fue la abogacía, ejerciéndola en el Parlamento de París. En 1790 se hizo miembro de la Columna, pero rompió con ella en 1792, teniendo que escapar durante la época del Terror. Fue un cooperador de la Revolución francesa.
Desde 1798 hasta 1803 fue elegido para los Quinientos y destituido, formó parte del "Consejo Secreto Realista". En 1827, participó con François Guizot en la creación de la "Ayuda que Dios te ayude". Fue elegido colaborador por los colegios electorales, en septiembre de ese año, para trabajar con ellos; pero siguió siendo fiel al departamento de su natal Marne. Fue nombrado por el rey Carlos X Presidente de la Cámara. En ese mismo año lo nombraron miembro de la Academia Francesa. Siempre estuvo a favor de una monarquía constitucional y del «punto medio» entre liberales y absolutistas (principio de la Filosofía ecléctica).
Como miembro de la Academia Francesa, colaboró en la creación del diccionario para la edición de 1835.
Aunque era de religión católica, siempre estuvo a favor de la separación de la Iglesia con el Estado, ya que decía que se rebajaba a la Iglesia si hacía labores que no eran para lo qu se le había encomendado. Esta forma de pensar le valió varias críticas.
En materia de filosofía, fue maestro del filósofo Victor Cousin.




 

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