jueves, 14 de julio de 2011

Etica Discursiva


La ética discursiva justifica el contenido de una moral del igual respeto y la responsabilidad solidaria, y lo hace a través de la reconstrucción racional de los contenidos de una tradición moral asentada en ruinosos fundamentos religiosos de validez. El principio discursivo responde a la dificultad de los miembros de una comunidad moral que siguen discutiendo sobre juicios y tomas de postura morales después del desmoronamiento del consenso sustancial de fondo sobre las normas morales básicas y que reconocen estos conflictos como morales (solucionables de modo fundamentado).

Los interesados no quieren dirimir sus conflictos con la violencia o el compromiso, pero fracasan en el intento de desarrollar un autoentendimiento ético común dadas las condiciones diferenciadas de las sociedades pluralistas. Aprenden que el cercioramiento crítico de sus valoraciones conduce a concepciones del bien que compiten entre sí. Ante esta falta de acuerdo sobre los contenidos de las normas, los interesados perciben que comparten una formas de vida comunicativa estructurada por el entendimiento lingüístico y que estas formas de vida, entretejidas con relaciones de reconocimiento recíproco, poseen aspectos estructurales comunes que podrían ocultar contenidos normativos. Aunque también es verdad que estas propiedades de las formas de vida comunicativa no son razón suficiente para que los miembros de una comunidad avancen hacia las relaciones de reconocimiento recíproco inclusivas del universalismo igualitario.

Las personas sólo se convierten en individuos a través de la socialización y de ahí se deduce que la consideración moral une la justicia con la solidaridad: el respeto recíproco para todos, que exige el universalismo sensible a las diferencias, quiere una inclusión no niveladora ni cosificadora del otro en su alteridad. Las obligaciones de la acción comunicativa no trascienden los límites de la familia, el clan o la nación, mientras que en los presupuestos pragmáticos de las deliberaciones racionales se universaliza, abstrae y desborda el contendio normativo de los supuestos prácticos de la acción comunicativa. Se vislumbra así una salida a la pérdida del apoyo ontoteológico de los interesados y a su necesidad de crear sus propias orientaciones normativas, para lo que sólo pueden recurrir a lo que tienen actualmente (las propiedades formales de la situación de deliberación realizativamente compartida).

En lugar de una fundamentación sustantiva de corte tradicional podría restituirse un aspecto de la forma comunicativa, bajo el que sería posible una fundamentación de las normas morales, convincente por su imparcialidad. A partir de aquí hay tres pasos hasta lograr una fundamentación teórica del punto de vista moral.

1. Al considerar la práctica deliberativa como único recurso posible, la referencia a los contenidos de la moral se sustituye por la autorreferencia con la forma de esta práctica: esto lleva al principio discursivo (D) a concepto, pues sólo tienen pretensiones de validez las normas que podrían suscitar la aprobación en discursos prácticos de todos los interesados.

2. La introducción condicional de D indica la condición que satisfarían las normas válidas si pudieran fundamentarse. Algo que los interesados pueden imaginarse por su costumbre de fundamentar proposiciones asertóricas. Lo que falta para hacer D operativo es una regla de argumentación que indique cómo fundamentar las normas morales. El principio de universalización, U, inspirado por D, quiere decir que una norma es válida sólo cuando las consecuencias que previsiblemente se desprenderían de su seguimiento general para las constelaciones de intereses y orientaciones valorativas de cada cual podrían aceptarse sin coacción conjuntamente por todos los interesados.

3. Una regla de argumentación similar a la anterior podría satisfacer a los interesados siempre que sea útil y no resulte contraintuitiva, pero para el teórico de la moral falta un último paso fundamentador. En efecto, la extensión universal de la práctica argumentativa y la falta de alternativas a ella parecen avalar la neutralidad del principio discursivo, pero en la abducción de U podría colarse de rondón una precomprensión etnocéntrica, una determinada y particular concepción del bien. La fundamentación de la ética discursiva consiste en que U, junto a la representación de la fundamentación de normas expresada en D, puede obtenerse a partir del contenido implícito de los presupuestos universales de la argumentación. Esto es fácil de ver sin más que tener en cuenta que con la práctica argumentativa se pone en marcha una competición cooperativa que une a los participantes en el orientarse al objetivo del entendimiento.



Jürgen Habermas (n. Düsseldorf; 18 de junio de 1929) es un filósofo y sociólogo alemán, conocido sobre todo por sus trabajos en filosofía práctica (ética, filosofía política y del derecho). Gracias a una actividad regular como profesor en universidades extranjeras, especialmente en Estados Unidos, así como por la traducción de sus trabajos más importantes a más de treinta idiomas, sus teorías son conocidas, estudiadas y discutidas en el mundo entero. Habermas es el miembro más eminente de la segunda generación de la Escuela de Fráncfort y uno de los exponentes de la Teoría crítica desarrollada en el Instituto de Investigación Social. Entre sus aportaciones está la construcción teórica de la democracia deliberativa y la acción comunicativa.




Emotivismo

El emotivismo ético es una corriente meta ética que afirma que los juicios de valor son emanados de las emociones individuales y que éstas tienen como objeto persuadir a los demás para que sientan lo mismo, intentando lograr que personas distintas valoren de forma idéntica lo que se observa. Se induce de esto que el emotivismo no utiliza medios racionales para demostrar su validez, de hecho prescinde de la misma utilizando sólo las emociones y su espontaneidad como medios para conocer la verdad moral.
Según esta doctrina, por ejemplo, afirmaciones como "matar es malo" no informan acerca de la naturaleza del acto de matar, sino que expresa el sentimiento que éste provoca.
El emotivismo ético tiene sus raíces en el pensamiento de Hume y el primer Wittgenstein
Durante el siglo XX el emotivismo fue de las teorías éticas más influyentes. Empieza empleando la observación de diferentes formas el lenguaje.
Esta teoría fue desarrollada principalmente por el filósofo estadounidense Charles Stevenson y el británico Alfred Jules Ayer.
Sus principales propósitos son:
1. se emplea como medio para influir sobre la conducta de la gente, a través de los medios verbales como: emociones, sentimientos, súplicas, etc.
2. el lenguaje moral se emplea para expresar la actitud propia y se debe diferenciar con el subjetivismo simple.







Charles Leslie Stevenson (27 de junio de 1908 en Cincinnati, Ohio - 14 de marzo de 1979, en Bennington, Vermont ) fue un filósofo analítico más conocido por su trabajo en la ética y la estética . [1]
 Él era un profesor en la Universidad de Yale desde 1939 hasta 1946, pero se le negó la tenencia de la causa de la defensa del emotivismo, y luego en la Universidad de Michigan desde 1946 hasta 1977.  Estudió en Inglaterra con Wittgenstein y GE Moore .
 Dio la defensa más sofisticado de emotivismo en el período post-guerra.  En sus escritos "El significado emotivo de los términos éticos" (1937) y "Definiciones persuasivas" (1938), y su libro Ética y Lenguaje (1944), desarrolló una teoría del significado emotivo, que se usa para proporcionar una base para su teoría de una definición persuasiva .  Él, además, avanzadas emotivismo como una meta-ética teoría de que claramente delineadas entre desarrollo cognitivo, los usos científicos de la lengua (para los hechos del Estado y de motivación, y con sujeción a las leyes de la ciencia) y no cognitivos utiliza (para el estado de los sentimientos y el ejercicio influencia).




Sir Alfred Jules Ayer (Londres, 29 de octubre de 1910 - ibíd., 27 de junio de 1989). Pedagogo y filósofo británico, padre del positivismo lógico. Divulgador en Inglaterra de la obra y de la filosofía del Círculo de Viena. Su obra principal fue Lenguaje, Verdad y Lógica, editada en 1936, en ella defendió las tesis capitales del Positivismo o empirismo lógicos, en particular la doctrina estricta de la verificación, la separación completa entre enunciados lógicos (tautológicos) y enunciados empíricos, la imposibilidad de la metafísica por constituir un conjunto de seudo proposiciones, es decir, de enunciados que no pueden ser ni verificados empíricamente ni incluidos dentro del cálculo lógico y, finalmente, la necesidad de reducir la filosofía al análisis. En la segunda edición de la mencionada obra, Ayer sometió algunas de las citadas tesis a revisión. En particular sucedió esto con el Principio de verificación, que admitió no solamente en un sentido «fuerte», sino también, y sobre todo, en un sentido «débil», proporcionando, por consiguiente, un criterio más «liberal» del mismo. Sometió asimismo a revisión su tesis de lo a priori como puramente analítico tautológico. Finalmente, insistió en los problemas que plantea el conocimiento empírico. Estos últimos problemas le condujeron en su obra sobre las bases del conocimiento empírico a un examen a fondo de los datos de los sentidos (sense data), con la conclusión de no se trata de estados mentales, pero tampoco de modificaciones de ninguna substancia, física o biológica.


Utilitarismo

El utilitarismo es una teoría ética que asume las siguientes tres propuestas: lo que resulta intrínsecamente valioso para los individuos, el mejor estado de cosas es aquel en el que la suma de lo que resulta valioso es lo más alta posible; y lo que debemos hacer es aquello que consigue el mejor estado de cosas conforme a esto. De este modo, la moralidad de cualquier acción o ley viene definida por su utilidad para los seres sintientes en conjunto. Utilidad es una palabra que refiere aquello que es intrínsecamente valioso para cada individuo. En economía, se llama utilidad a la satisfacción de preferencias, en filosofía moral, es sinónimo de felicidad, sea cual sea el modo en el que esta se entienda. Estas consecuencias usualmente incluyen felicidad o satisfacción de las preferencias. El utilitarismo es a veces resumido como "el máximo bienestar para el máximo número". De este modo el utilitarismo recomienda actuar de modos que produzcan la mayor suma de felicidad posible en conjunto en el mundo.

Historia del Utilitarismo




James Mill.

El utilitarismo fue propuesto originalmente durante los siglos XVIII y XIX en Inglaterra por Jeremy Bentham y su seguidor James Mill, aunque también se puede remontar a filósofos de la Grecia Antigua como Parménides. Tanto la filosofía de Epicuro como la de Bentham pueden ser consideradas como dos tipos de consecuencialismo hedonista, pues juzgan la corrección de las acciones según su resultado (consecuencialista) en términos de cantidad de placer o felicidad obtenida (hedonismo).
Hay un debate sobre quién usó, por primera vez, el término "utilitarismo", si Bentham o Mill: James Mill (Autobiography, ed. J. S. Cross (1924), p. 56) dice que él fue el primero en utilizar el término "utilitarianismo" en relación con la "sociedad" que había propuesto fundar: "Utilitarian Society". Pero en una obra de Bentham, de 1780 (solo editada póstumamente), se descubrió que este autor lo usó primero que Mill, cuando quiso crear la "Secta del Utilitarismo" por esos años.
"Como movimiento, dedicado a la reforma -escribió Bertrand Russell-, el utilitarismo ha logrado, ciertamente, más que todas las filosofías idealistas juntas, y lo ha hecho sin grandes alharacas". Otra forma en la que puede decir es "el mayor bien, para el mayor numero de personas".

Tipos de utilitarismo

Utilitarismo negativo

Muchas teorías utilitaristas defienden la producción del máximo bienestar para el máximo número de personas. El utilitarismo negativo cree necesario evitar la mayor cantidad de dolor o daño para el mayor número de personas. Los defensores de esta interpretación del utilitarismo argumentan que ésta propone una fórmula ética más eficaz, pues hay más posibilidades de crear daños que de crear bienestar, y los daños mayores conllevan suicidio a los más grandes bienes. Es lo contrario del utilitarismo positivo. Defienden la produccion del mínimo malestar para el máximo número de personas. David Pearce es uno de sus principales representantes.

Utilitarismo del acto contra el utilitarismo de las normas

Se han propuesto otras formas de utilitarismo. La forma tradicional de utilitarismo es la del utilitarismo del acto, que afirma que el mejor acto es el que aporta la máxima utilidad. Una forma alternativa es el utilitarismo de las normas, que afirma que el mejor acto es aquel que forme parte de una norma que sea la que nos proporciona más utilidad.
Muchos utilitaristas argumentarían que el utilitarismo no sólo comprende los actos, sino que también los deseos y disposiciones, premios y castigos, reglas e instituciones.

Críticos del utilitarismo

Los críticos argumentan que esta visión se enfrenta a muchos problemas, uno de los cuales es el de la dificultad de comparar la utilidad entre diferentes personas. Muchos de los primeros utilitaristas creían que la felicidad podía ser medida cuantitativamente y ser comparada a través de cálculos, aunque ninguno consiguió hacer un cálculo semejante en la práctica.

Se ha argumentado que la felicidad de personas diferentes es inconmensurable, y que este cálculo es imposible, pero no solo en práctica sino como principio. Los defensores del utilitarismo responden a esto afirmando que ante este problema se encuentra cualquiera que tenga que escoger entre dos estados alternativos que imponen serias cargas a las personas implicadas. Si la felicidad fuera inconmensurable, la muerte de cientos de personas no sería peor que la muerte de una.

Otro de los argumentos en contra del utilitarismo, según James Rachels en su Introducción a la Filosofía Moral, es la acusación de que esta forma de actuar es demasiado exigente y elimina la distinción entre deberes y acciones supererogatorias. Para sustentar esto los antiutilitaristas parten de lo que reconoce el propio filósofo utilitarista John Stuart Mill: "el utilitarista obliga a ser tan estrictamente imparcial como un espectador desinteresado y benévolo".

Tomando en cuenta como palabra clave "obliga", los filósofos adversos a Bentham y Mill plantearon a través de ejemplos imaginarios, dos maneras de distinguir las acciones caritativas de las personas: aquellas que adoptan una posición utilitaria, deben forzosa y obligatoriamente deshacerse de sus bienes para contribuir al bienestar de los demás, aún si por esta causa su estatus social queda a la altura de los más pobres.
El utilitarista congruente debería por decisión propia o por conciencia donar parte de sus riquezas si estas producen más felicidad que al conservarlas para sí, o utilizarlas como medio para generar más riqueza destinada a aumentar la felicidad de manera indefinida.

Por otro lado, los utilitaristas responden a tales críticas con el argumento que los ejemplos propuestos son totalmente imaginarios y sólo en la mente de algunos filósofos sucederían tales cosas, siendo que la utilidad se encarga de decir por qué son o no son convenientes en la vida real.

El filósofo utilitarista australiano J. J. C. Smart nos aclara que debemos de tener mucho cuidado con el sentido común, porque en ocasiones éste está influenciado por nuestros sentimientos, o sea que a veces la interpretación que hacemos de una situación determinada puede estar inspirada por las costumbres y preceptos aprendidos de nuestros padres, la sociedad, etc. Tal vez, ésta sea la más grande aportación del utilitarismo, su puesta en duda del sentido común como fuente de la moral.
El utilitarismo ha sido también criticado por llegar a tales conclusiones contrarias a la moral del "sentido común". Por ejemplo, si estuviéramos forzados a escoger entre salvar a nuestro propio hijo o salvar a dos hijos de gente a la que no conocemos, la mayoría de gente escogería el salvar a su propio hijo. En cambio, el utilitarismo defendería salvar a los otros dos, pues dos personas tienen un potencial mayor de felicidad futura que una.

Los utilitaristas responden a este argumento diciendo que el "sentido común" ha sido utilizado para justificar muchas posiciones en temas controvertidos y esta noción de sentido común varía según el individuo, haciendo que no pueda ser una base para una moralidad común.
John Rawls (1921-2002) rechaza el utilitarismo, tanto el normativo como el de los actos, pues hace que los derechos dependan de las buenas consecuencias de su reconocimiento, y esto es incompatible con el liberalismo. Por ejemplo, si la esclavitud o la tortura es beneficiosa para el conjunto de la población podría ser justificada teóricamente por el utilitarismo. Rawls defiende que la ética política debe partir de la posición original.

Los utilitaristas argumentan que Rawls no tiene en cuenta el impacto indirecto de la aceptación de políticas inhumanas.

Es importante destacar que la mayoría de críticas van dirigidas al utilitarismo de los actos, y que es posible para un utilitarista de las normas llegar a conclusiones que sean compatibles con los críticos.

De hecho, John Stuart Mill consideró que Immanuel Kant (1724-1804) era un utilitarista de las normas. Según Mill los imperativos categóricos de Kant solo tienen sentido en casos de violencia si consideramos las consecuencias de la acción. Kant afirma que el vivir egoístamente no puede ser universalizado pues todos necesitamos el afecto en algún u otro momento. Según Mill este argumento se basa en las consecuencias. Puede observarse que algunas formas de utilitarismo son potencialmente compatibles con el kantianismo y otras filosofías morales.

R. M. Hare es otro ejemplo de utilitarista que ha adaptado su filosofía al kantianismo. No basa su teoría en el principio de la utilidad. Cree que podemos hacer consideraciones utilitaristas al formular juicios universales. A esta filosofía él la llama prescriptivismo universal.


Principales autores del utilitarismo



Jeremías Bentham 1748 – 1832.  Padre de la Escuela Utilitarista
 El individuo persigue siempre lo que cree que es su felicidad.
Lo bueno es aquello que produce felicidad.
El deber del legislador es buscar la armonía entre el interés público y el privado.
El criminal no debe ser castigado con odio, sino sólo para prevenir el crimen.
 Es más importante que el castigo sea seguro a que sea severo.
La ley civil debe tener 4 objetivos:
 Subsistencia (no cambie con el tiempo)
 Abundancia (cubra todos los aspectos de las relaciones)
 Seguridad (no se preste a ambigüedades)
Igualdad (considere a todos por igual)


James Mill (6 de abril de 1773 – 23 de junio de 1836), fue un historiador, economista, politólogo y filósofo escocés. Nació en Northwater Bridge, en la parroquia de Logie-Pert, Angus.
Hijo de un zapatero, su madre, Isabel Fenton, resolvió que su hijo debía tener educación de primer nivel, y lo envió a la escuela de la parroquia primero, y luego a la Academia Montrose, donde permaneció hasta la inusual edad de diecisiete años y medio. Luego, ingresó en la Universidad de Edimburgo, donde se distinguió como erudito en la antigua Grecia.

El utilitarismo en la actualidad


EL UTILITARISMO
Por José Guillermo Del Rió Baena
      Camilo Andrés Rodríguez Matiz

La toma de  decisiones en nuestro diario vivir esta enmarcada en una serie de valores que cambian  según las tendencias y mega tendencias mundiales. Estas decisiones se caracterizan por ser cada vez más continuas, rápidas y globales, donde se debe aprovechar el momento y no se tiene tiempo para pensar en la gran cantidad de variables que están presentes en tomar alguna decisión en particular. Por esta razón, la toma de decisiones moderna se basa simplemente en la  medición económica, donde solo se piensa en el dinero que se pierde o se gana, dejando a un lado la parte ética y moral de dicha acción, sin meditar en sus posibles consecuencias futuras.

En la actualidad, la toma de decisiones con ética ha retomado un papel crucial en las empresas, ya que el impacto y la trascendencia de una decisión es cada día mayor. Existen algunas razones por las cuales las empresas han visto en la ética, la manera de mejorar sus resultados finales a través de su imagen. Razones como los posibles efectos secundarios no deseados de las decisiones empresariales,  la reaparición del hombre y sus actos como factor diferenciador de las organizaciones, el aumento del poder humano sobre la naturaleza y el surgimiento de la empresa como eje del desarrollo  social,  le dan una ponderación alta a las decisiones éticas y morales basadas en valores, sobre las decisiones meramente económicas.

Ética utilitarista: define lo bueno como aquello que produce placer y lo malo como lo que produce sufrimiento.

 Utilitarismo: doctrina filosófica moderna que considera la utilidad como principio de la moral.

 Utilidad: provecho, conveniencia, interés o fruto que se saca de una cosa.





El Formalismo Kantiano

El formalismo kantiano. Para Kant (v.), la esencia del imperativo categórico radica en su naturaleza de ley estrictamente formal; en esto consiste el f. kantiano, en que la ley moral (v.) recibe su valor por el hecho de tener forma de ley, por el hecho de su universalidad, y no por aquello que ordena, es decir, por su materia. Es más, una ley moral material para Kant es una contradicción, ya que por ser material dejaría de ser universal y, en consecuencia, ley. Claramente expone esta peculiar opinión en el teorema 1° de la Crítica de la razón práctica, en el que ofrece esta alternativa: o la ley moral está determinada por su materia, por sus fines, en cuyo caso se fundaría sobre el placer y sería subjetiva (con lo que se destruiría su índole de ley), o la ley moral tiene que ser puramente formal. La ley moral no puede formularse diciendo «obra de acuerdo con tal o cual fin», sino «obra según una ley universal»: sólo bajo una representación formal es posible universalizar la máxima reguladora de los actos.


La obra de Inmanuel Kant (filósofo alemán del siglo XVIII) representó una importante revolución tanto en el planteamiento ético como en la historia de la filosofía. El objetivo de su teoría ética no es la búsqueda de la felicidad, sino de la justicia.
En su opinión, el ser humano es sensible y racional. Como ser sensible tiene unos sentimientos, instintos y pasiones que son diferentes en cada individuo, que no se pueden generalizar. En cuanto ser racional, el ser humano es libre, se propone fines universales (que podría ponerse cualquier persona) y puede gobernar su vida según leyes que su razón le otorga. Gracias a su aspecto racional, el ser humano puede desarrollar una ética universal.
Una persona actuará moralmente, según Kant, cuando se comporte del siguiente modo:
1º- siguiendo su deber, sin dejarse guiar por los sentimientos;
2º- siguiendo una ley o imperativo que él mismo se haya dado por medio de la razón;
3º- siguiendo una ley que pueda aplicarse de forma universal: cualquier persona en las mismas circunstancias obraría del mismo modo.
Este modo de comportarse lo resume Kant en lo que él denominaba imperativo categórico: “obra sólo según una máxima que puedas querer que se convierta en ley universal”.

Formalismo Kantiano en la Actualidad




Actualmente, el programa ético reciente más definidamente kantiano ha sido el de John Rawls, quien ha denominado a una etapa del desarrollo de su teoría «constructivismo kantiano». Muchos de los rasgos de la obra de Rawls son claramente kantianos, sobre todo su concepción de principios éticos determinados por limitaciones a los principios elegidos por agentes racionales (sin embargo, el constructivismo de Rawls supone una noción bastante diferente de la racionalidad con respecto a la de Kant).
 El gran respeto por la libertad y la dignidad de cada persona en Kant, resulta, sin embargo una dificultad respecto de las consecuencias en la evaluación moral de una persona, puesto que si no tomamos en cuenta los efectos de las acciones y sólo nos guiamos por calificar la voluntad, siempre queda la sospecha de si el sujeto actuó “conforme al deber”, es decir moralmente o no. Parece que cada persona es la única que puede determinar su moralidad y nuestros juicios éticos sobre las personas carecerían de cualquier valor.
De seguir absolutamente la propuesta kantiana, toda persona podría decir que siempre persiguió una máxima ética buena pero que “los enconos del azar” no le permitieron concluir esa buena acción. La filosofía kantiana de la actualidad tiene inconcluso este problema de subjetividad a pesar de los intentos universalistas. Las intenciones son internas y de difícil acceso para personas ajenas al individuo que actúa y siempre queda la sospecha de si una persona es virtuosa o no.





PURITANOS Y LIBERALES


El siglo XIX no conoció la distinción entre izquierdas y derechas, pero se vio desgarrado por la diferencia no menos cainita entre moderados y exaltados. Esta última es una discriminación que tiene muy poco que ver con las ideas profesadas, se refiere a su radicalización y a las diversas estrategias para hacerlas valer en la práctica. Esto fue así porque desde Waterloo hasta la Gran Guerra, ninguna teoría política arraigó con tanta fuerza como el liberalismo. Todos los europeos con formación política coincidían en las nociones básicas de ciudadanía, tolerancia religiosa, sufragio, parlamentarismo, etc. Pero diferían en su alcance y oportunidad. El Estado español contemporáneo se creó sobre las ideas de libertad política y de igualdad civil.
Sin embargo el liberalismo estaba muy lejos de ser una teoría política homogénea. En la España del siglo XIX coexistieron y combatieron entre sí dos tradiciones muy diferentes: la "vieja política" estaba representada por la primera generación de liberales españoles: los doceañistas, que provenían de una tradición especulativa y racionalista, tendente a la construcción de utopías. Habían formulado sus teorías traduciendo sistemas filosóficos y, en oposición al absolutismo, no se habían enfrentado a la realidad práctica del poder. Cuando lo hicieron durante el Trienio, lograron que en poco tiempo el pueblo español les diera la espalda por su radicalismo dogmático. Su modelo era la "Gran Revolución Francesa" de 1789 y su dogma político, la "soberanía popular". La "nueva política" estaba representada por los ideales de una generación surgida a mediados de los años treinta, cuando la muerte de Fernando VII abrió definitivamente el paso de un régimen absolutista a un régimen constitucional. Era la generación romántica, que no había conocido el exilio ni la persecución, y que por lo tanto tenía menos agravios y resentimientos acumulados. Frente al liberalismo demoledor de los doceañistas, ellos fueron los encargados de construir un liberalismo conservador. Un liberalismo de base empirista y pragmática, no especulativo ni sistemático, basado en la interpretación de la tradición y de las instituciones que habían crecido históricamente. Eran luchadores de doble frente, su objetivo era evitar que el nuevo gobierno representativo que nacía en medio de una guerra civil contra el absolutismo, derivara en anarquía o en tiranía, eran hombres del "justo medio".

LIBERALISMO CONSERVADOR




Esta novedosa visión centrista fue la que triunfó políticamente en la fórmula doctrinaria de la "monarquía constitucional", síntesis de los derechos tradicionales (el Trono) y de las nuevas libertades civiles (el Parlamento). Los ideales de esta nueva generación venían de la Monarquía de Julio, el régimen de Luis Felipe (el rey burgués) en Francia, cuya consigna, era bien clara: "La libertad no consiste sino en el imperio de las leyes". Sobresalientes pensadores y estadistas, tales como Benjamin Constant, Royer-Collard, Guizot y el grupo de los doctrinarios estaban desarrollando la teoría de las "garantías" para proteger los derechos del individuo frente a las intromisiones del Estado, estaban desarrollando el liberalismo postrevolucionario.
Los orígenes históricos del liberalismo conservador español moderno pueden situarse en torno a la crisis de mayo de 1836. En aquel momento en las Cortes se debatía la ley electoral. El primer ministro Mendizábal se inclinaba hacia un sufragio muy restringido mientras que los moderados se mostraban mucho más democráticos. Si nos atenemos a la etiqueta progresista con que Mendizábal ha pasado a la Historia, hemos de renunciar al cliché según el cual el progresismo fue un movimiento de raíz popular y democrática. Mendizábal representaba, los intereses de una plutocracia andaluza librecambista y su desamortización burlaba las expectativas de buena parte de la población. Es lógico que quisiera restringir al máximo el cuerpo electoral.
El moderantismo, por su parte, había quedado partido en dos: un grupo capitaneado por Istúriz apoyaba el criterio con que Mendizábal llevó a cabo la transferencia de los bienes, pero criticaba el alcance de sus reformas políticas y estaba dispuesto a revisar el Estatuto Real de 1834 en un sentido mucho más amplio y liberal. Esta tendencia de un moderantismo democrático fue el punto de partida de los primeros centristas. Un segundo grupo, escindido del primero por el problema de conciencia implícito en la aceptación de la desamortización, se declaró abierto al "carlismo posibilista" y dio origen al tradicionalismo y al neocatolicismo. Su única consigna era "el orden y el fortalecimiento del poder real". Se inspiraba en autores como De Maistre y Lamennais, que insistían en poner límites al individualismo en nombre de la autoridad de la Iglesia y del Estado.
En definitiva, unos aceptaban el reto de la revolución y estaban dispuestos a gestionarla defendiéndola de la anarquía y de la reacción, mientras otros no terminaban de aceptarla y estaban dispuestos a liquidarla si era necesario. El nuevo liberalismo postrevolucionario que vino de la mano de la generación romántica, se agrupó entorno a Istúriz con un doble propósito: enseñar a la Revolución a institucionalizarse y tratar de enseñar también al Poder a ponerse límites y reglas. O dicho en las magníficas palabras románticas de uno de sus más significados representantes, Nicomedes Pastor Díaz: "...de las arenas ensangrentadas de la revolución había que pasar a los pacíficos campos de las instituciones. Lograr que la sociedad no haga la guerra al poder y que el poder no absorba y perturbe a la sociedad es una quimera para los poderes que no reconocen límites ni reglas, para los partidarios alucinados por la calentura revolucionaria o reaccionaria, para todos aquellos que permanecen tercamente agarrados a sus propias concepciones sin comprender que todos los sistemas son falsos e insuficientes. Poder y sociedad sólo pueden vivir en el respeto a las instituciones y observancia de las leyes".

LOS PURITANOS





La formulación y la difusión de esta estrategia de "unión liberal" fue la gran aportación de los puritanos, que habían contribuido decisivamente a la liquidación la dictadura ayacucha en 1843 y que habían protestado enérgicamente en 1845 contra la reforma moderada de la Constitución. Su coherencia estaba más que probada y su prestigio moral e intelectual ante la opinión era formidable. Todas las estrategias creadas por las distintas familias del moderantismo isabelino fueron fracasando una tras otra: los intentos patrocinados por Jaime Balmes y los "vilumistas" (por el marqués de Viluma) de unirse a los carlistas, los intentos dictatoriales de Narváez justificados por Donoso Cortés, los intentos anticonstitucionales de Bravo Murillo... Todas estas tendencias políticas desaparecieron sin dejar rastro en la política española. Únicamente la estrategia de "unión liberal" creada por los puritanos, demostró ser una fuerza decisiva en la historia española. Esta fue la estrategia que finalmente triunfó con la Restauración canovista, cuando los liberales españoles encontraron la vía de la alternancia pacífica y cerraron el ciclo exclusivista iniciado en 1834.
El apelativo de "puritanos" que recibieron estos primeros políticos centristas españoles, significaba bien lo que querían: pureza en la Administración, respeto a las leyes establecidas, orden y el comienzo de una política liberal que dulcificara los rigores de las pasadas violencias, y que, sin apartarse de las doctrinas conservadoras llevase adelante la obra de progreso que representaba el trono de Isabel II. "Prejuicios de puritanos", habían exclamado sus enemigos políticos moderados ante el carácter no conformista de su crítica y sus protestas contra el camino intransigente y antiliberal que mantenía el moderantismo bajo la dirección de Narváez. Su lema político era la "estricta legalidad, el respeto a las leyes". La disidencia puritana tenía mucho de mentalidad jurídica, de purismo jurídico. "Las leyes son santas", había exclamado Pastor Díaz en el Congreso. Los puritanos defendían la integridad de la perspectiva legal ("gobernar con las leyes") y el derecho como garantía de racionalidad frente al controvertido campo de las luchas políticas basadas en la fuerza. Para Díez del Corral y Tomás y Valiente, su obra significó el arribo del punto de vista jurisprudencial a la cultura política.
Se trataba de "conservadores"; ellos mismos proponen el término de "liberal-conservadores" frente al ya gastado de "moderados". Este concepto político hay que entenderlo correctamente: se trata de una doctrina política -nueva en aquellos momentos- que se proponía la gestión de una sociedad postrevolucionaria. No se trataba de ninguna propensión al inmovilismo político, al mero mantenimiento del "orden" o una negación explícita de la revolución. Al contrario, su proyecto político implicaba la realización plena de la revolución, su resolución en instituciones pacíficas, la creación de un orden regular y duradero que pusiera fin a los dilemas exclusivistas que desgarraban la sociedad.

El modelo de conservador diseñado por los puritanos no se opone al revolucionario, pero sí al radical, al exaltado, al extremista. Comprendieron que la vida política es justamente lograr el consentimiento y superar la conflictividad, teniendo como espacio común de convivencia el sometimiento a las leyes. La denominación de puritanos tenía además otra resonancia moral que surgió en el teatro romántico. Y es que en 1836 se había estrenado con gran éxito la ópera I Puritani, de Bellini, en el Teatro de la Cruz. A los liberales les encantaba la arrogancia y la pose de honorabilidad incorruptible. Los puritanos hacían de la honradez y la virtud el valor superior de la política, algo más valioso que la ciencia o la inteligencia.


Principales autores 

Benjamin Constant de Rebecque

Se formó con profesores particulares y más tarde se incorporó a distintos centros y universidades pues se trasladó con frecuencia con su familia por Europa. Así asistió a la Universidad de Erlangen, en Baviera, y a la de Edimburgo en el Reino Unido.
Unido sentimentalmente a Madame de Staël, su colaboración intelectual les convirtió en un equipo de trabajo único. A principios del siglo XIX y hasta 1830 fue un político activo, miembro de la Asamblea Nacional situado en el ala liberal y crítica. Su modelo político trataba de imitar el inglés al que admiraba por diversos factores, tanto en el político como en el económico. Se mostró contrario a las teorías que admiraban las antiguas sociedades libres como las de la Grecia Antigua, incluso en una Francia que había conocido el Consulado, al considerar que estaban basadas en la esclavitud de la mayoría para beneficio de unos pocos, además de ser inaplicables a estados modernos mucho más grandes que la polis donde era imposible concentrar al pueblo en un foro para el debate público abierto y directo.
Su teoría de la libertad se basaba en la posesión y disfrute de los derechos civiles, del imperio de la ley y de la libertad en un sentido amplio, confrontada en este sentido a la actividad del Estado. Abogaba por una serie de principios (entre ellos la responsabilidad individual) sin los cuales la sociedad sería un caos y la libertad, inconcebible.


Royer-Collard

Pierre-Paul Royer-Collard fue un político y filósofo francés, cuya profesión fue la abogacía, ejerciéndola en el Parlamento de París. En 1790 se hizo miembro de la Columna, pero rompió con ella en 1792, teniendo que escapar durante la época del Terror. Fue un cooperador de la Revolución francesa.
Desde 1798 hasta 1803 fue elegido para los Quinientos y destituido, formó parte del "Consejo Secreto Realista". En 1827, participó con François Guizot en la creación de la "Ayuda que Dios te ayude". Fue elegido colaborador por los colegios electorales, en septiembre de ese año, para trabajar con ellos; pero siguió siendo fiel al departamento de su natal Marne. Fue nombrado por el rey Carlos X Presidente de la Cámara. En ese mismo año lo nombraron miembro de la Academia Francesa. Siempre estuvo a favor de una monarquía constitucional y del «punto medio» entre liberales y absolutistas (principio de la Filosofía ecléctica).
Como miembro de la Academia Francesa, colaboró en la creación del diccionario para la edición de 1835.
Aunque era de religión católica, siempre estuvo a favor de la separación de la Iglesia con el Estado, ya que decía que se rebajaba a la Iglesia si hacía labores que no eran para lo qu se le había encomendado. Esta forma de pensar le valió varias críticas.
En materia de filosofía, fue maestro del filósofo Victor Cousin.




 

EL EPICUREÍSMO


El epicureísmo es un sistema filosófico que defiende la búsqueda de una vida buena y feliz mediante la administración inteligente de placeres y dolores, la ataraxia ("ausencia de turbación"), y los vínculos de amistad entre sus correligionarios.

Los inicios

En el año 306 a. C. Epicuro adquirió la finca llamada "El Jardín" en las afueras de Atenas y fundó su escuela de filosofía. Formada tanto por varones como por mujeres (gran novedad en las escuelas griegas), en ella vivió aislado de la vida política y de la sociedad, practicando la amistad y la vida estética y de conocimiento.

EPICURO



Epicuro (en griego Επίκουρος) (Samos, 341 a. C. - Atenas, 270 a. C.), fue un filósofo griego, fundador de la escuela que lleva su nombre (epicureísmo). Los aspectos más destacados de su doctrina son el hedonismo racional y el atomismo.
Defendió una doctrina basada en la búsqueda del placer, la cual debería ser dirigida por la prudencia. Se manifestó en contra del destino, de la necesidad y del recurrente sentido griego de fatalidad. La naturaleza, según Epicuro, está regida por el azar, entendido como ausencia de causalidad. Sólo así es posible la libertad, sin la cual el hedonismo no tiene motivo de ser. Criticó los mitos religiosos, los cuales, según él, no hacían sino amargar la vida de los hombres. El fin de la vida humana es procurar el placer y evadir el dolor, pero siempre de una manera racional, evitando los excesos, pues estos conllevan posterior sufrimiento. Los placeres del espíritu son superiores a los del cuerpo, y ambos deben satisfacerse con inteligencia, procurando llegar a un estado de bienestar corporal y espiritual al que llamaba ataraxia. Criticaba tanto el desenfreno como la renuncia a los placeres de la carne, arguyendo que debería buscarse un término medio, y que los goces carnales deberían satisfacerse siempre y cuando no conllevaran un dolor en el futuro. La filosofía epicureísta afirma que la filosofía debe ser un instrumento al servicio de la vida de los hombres, y que el conocimiento por sí mismo no tiene ninguna utilidad si no emplea en la búsqueda de la felicidad.
Aunque la mayor parte de su obra se ha perdido, conocemos bien sus enseñanzas a través de la obra De rerum natura del poeta latino Lucrecio (que constituye un homenaje a Epicuro y una exposición magistral de sus ideas), así como a través de algunas cartas y fragmentos rescatados.

Epicureísmo en la actualidad


Epicúreos del s .IV a. C. y ciudadanos del XXI, que sólo por suerte pertenecen a las clases medias de la sociedad del bienestar, observaban y observan tranquilos desde la orilla, y al refugio de su jardín, cómo el naufragio de los demás, del barco del Estado defensor de los derechos de los más débiles (económica, que no moralmente), hace que se pierda casi toda esperanza por construir, por medio de la participación política y la asociación, un mundo global justo de hecho. La Tierra bulle en conflictos ante la ataraxia y apatía del "burgués" medio del s.XXI, que practica una amistad por cable, es indiferente ante una política subyugada por el capital y es partidario de una supuesta "autarquía" mientras espera en su hogar, como venido de un cielo de dioses inútiles, al motorista de la pizzería de la esquina -ya no se trata de los higos secos de Epicuro-, demasiado alejada de los muros de su acondicionado "jardín virtual".




miércoles, 13 de julio de 2011

CINICOS

Los cínicos consideran que la forma de vivir es parte fundamental de la filosofía e inseparable de su manera de pensar. A veces se habla de filosofía cínica, otras veces de actitud cínica y otras simplemente de locura.
El término cínico es uno de esos términos que han ido perdiendo su significado original y transformándose en otro distinto al que tuvo en sus orígenes. Tanto es así que hay algunas propuestas para usar los términos quínico o kínico, con el fin de diferenciar el concepto de cínico en sentido filosófico, de su sentido popular. Filosóficamente de lo que se trata, es de retomar o de pensar de un modo nuevo y diferente algunos temas antiguos, ya que el paso del tiempo ha cambiado completamente su significado, su origen y desarrollo han sido velados, para llegar a significar hoy, poco más que un insulto.
El cinismo es una filosofía teórica y una práctica, pero también una forma de vida, es una filosofía que pretende alcanzar la felicidad mediante la sabiduría y la ascesis, uno de los rasgos que diferencia al cinismo de otros movimientos. Esta actitud les emparentaba con el estoicismo, aunque su desvergüenza les volvía a alejar.
Se pueden distinguir dos fases en el movimiento cínico:
La primera fase se desarrolló básicamente en Grecia, durante los siglos -IV y –III
La segunda fase se desarrolló en las grandes ciudades del imperio romano: Roma, Alejandría y Constantinopla, y duró desde los siglos I a V.
 El nombre de cínicos tiene dos orígenes diferentes asociados a sus fundadores.
El primero viene del lugar donde Antístenes solía enseñar, que era un gimnasio llamado Cinosarges, que se puede traducir como el perro blanco o el perro veloz.
El segundo origen tiene que ver con comportamiento de Antístenes y de Diógenes, que se asemejaba al de los perros, por lo cual la gente les apodaba con ese nombre (cínicos).
El cinismo pretendía dar una respuesta individual a la incertidumbre que se vivía en este periodo de crisis cultural, manifestando su malestar y descontento, y también librarse de los caprichos de la fortuna, guiando al individuo hacia la felicidad. Era característico de los cínicos la trasgresión continua, tanto de los valores tradicionales, como de las normas sociales.
Los cínicos tomaron como modelos a la naturaleza y los animales, los adoptaron como ejemplos de autosuficiencia y basándose en ello propusieron un modelo de comportamiento ético que consideraban fundamental para alcanzar la felicidad, aunque esto solo era posible mediante una rigurosa disciplina física y mental.
El cinismo es una forma de vivir, pero también de pensar y de expresarse. Son conocidos en gran parte por dichos y anécdotas, que fueron transmitidos en forma de colecciones, la más usada es la de Diógenes Laercio, referencia fundamental para el estudio no solo de los cínicos, sino de gran parte de la filosofía anterior a su autor. Utilizaron recursos literarios diversos donde no faltan la parodia, la sátira, la anécdota o la burla, pero siempre de forma escandalosa y provocadora.
Invalidar la moneda en curso.
Diógenes se vio obligado a abandonar Sinope, porque su padre o él mismo, se dedicaron a invalidar monedas. A raíz de todo esto su padre fue encarcelado y Diógenes tuvo que huir.
Se formó la leyenda de que Diógenes fue a consultar al oráculo de Delfos, y recibió como respuesta a su pregunta el enigmático consejo de invalidar la moneda, que se acabó convirtiendo en la consigna cínica, y en metáfora de buena parte de su comportamiento. Lo cual podría ser considerado un antecedente lejano de la importante consigna nietzscheana sobre la transvaloración de los valores. Invalidar los valores y cambiarlos por otros fue uno de los retos que asumieron los cínicos y que persiguieron con insistencia. 
La libertad radical.
La libertad radical es libertad de pensar, de acción y de palabra. El cínico se diferenciaba de los demás por su desvergüenza radical, por adoptar modos de vida que escandalizaban a su sociedad, por predicar la autosuficiencia, la libertad de palabra y la austeridad como cosas necesarias para alcanzar la tranquilidad de ánimo y con ello la felicidad.

Filósofos cínicos


Crates de Tebas

Crates era un ciudadano adinerado y de buena posición social, que renunció a toda su fortuna para hacerse filósofo cínico. Fue discípulo de Diógenes y maestro de Zenón de Citio, el que luego fundara una de las escuelas más importantes de la filosofía antigua, el estoicismo. Crates, a diferencia de su maestro, era un hombre amable y tranquilo, que le valió el sobrenombre de "el filántropo", así como el de "abre puertas" porque la gente le llamaba a sus casas para pedirle consejo y charlar con él.





Metrocles e Hiparquia de Maronea

Fueron dos hermanos que provenían de una familia rica de Maronea. Metrocles tuvo desde muy temprano inquietudes filosóficas y gracias a que tenía bastante dinero pudo dedicarse a ello sin problemas. Fue discípulo de Teofrasto y luego también de Jenócrates
Pero no se sintió satisfecho hasta que encontró a Crates y se hizo discípulo suyo y abandonó sus pertenencias. Fue conocido como un experto en la anécdota breve, con ánimo de memorizar y utilizar como guía.
Poco más se sabe de su vida, salvo que por su mediación, su hermana Hiparquia conoció a Crates del que se enamoró, pero al principio este amor no fue correspondido y ante esta situación le amenazó con suicidarse, al final y en contra de las normas sociales de la época mantuvieron una relación cínica, que incluía el mantenimiento de relaciones sexuales en público.
Hiparquia es una de las pocas mujeres filósofas de la antigüedad (pero no la única), y desde luego fue la única cínica. La dureza de tener que abandonar todas sus pertenencias, vestir el manto cínico, llevar una vida como la de sus compañeros y ser uno más no debió ser nada fácil, dadas las costumbres de la época. Sin embargo su relación con su Crates, parece que fue de los más cordial y compartían todo de igual a igual, incluido la filosofía.
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http://www.cinicos.com/cinicos.htm